lunes, septiembre 26, 2005

En la Espera de tu Arribo

Mientras estas acurrucado en tu ya finito y estrecho universo, y llevas a tu boca los deditos que DIOS en tus manos ha puesto. Tu madre y yo nos encontramos inmersos en la ansiedad de abrazarte, de besarte y oler de tu delicada piel el perfume. Perfume que jamás será igualado por flor alguna de las selvas o sabanas, de las cumbres o desiertos.

Y así pasan los días como años, con el ansia de tu llegada. Llegada que desespera y tranquiliza al mismo tiempo, al llenar mi mente de sueños. Sueños de tus manitas aferrándose a mis dedos, diciéndome en silencio que permanezca a tu lado, cuando descansas en los brazos de tu madre, como colibrí en nido perfecto.

Tu llegada será el alivio divino, a la oscuridad de la incertidumbre. Oscuridad que será iluminada, con el faro resplandeciente de tus tiernos ojos. Y será esa luz la que habrá de guiar a tu madre y a mi hacia la dicha plena. Que emergerá como halo divino de salvación y llenará de vida y amor cada paso que demos.

Simón Ernesto será tu nombre y al mismo tiempo mi legado. Yo seré muralla impenetrable para tus peligros y jardín de nubes para tus dichas. Seré guerrero indestructible para defenderte y amigo incondicional para guiarte. Podrás encontrar siempre en el corazón de tu madre, agua dulce para refrescarte y un regazo tierno donde acurrucarte.

Jamás en la historia y mitología del universo, podrá existir imperio mas hermoso y sublime, legado a príncipe alguno sobre la faz de la tierra, que pueda compararse con el jardín fortificado de amor y cariño ofrecido por los padres a sus hijos. Y tu mi príncipe, ya tienes el trono de nuestra vida para gobernar tus sueños, la corona de nuestra dedicación que adornará tus pasos, y la capa de nuestro amor cubriendo tu cuerpo.

Y serán tus sueños, mis metas. Y tus primeros pasos, mis esmeros. Porque faltará tiempo al tiempo y espacio al espacio, para poder expresar y contener el sublime amor que tu madre y yo te profesamos, impotentes de encontrar otras palabras, que reflejen el estigma con que hemos sido marcados. Por que el hombre no podrá expresar con su vocablo lo divino, por que DIOS mismo lo encuentra profano.

Sería profano intentar contener tantos sentimientos, en cuatro letras inventadas hace años. Amor es muy pequeño para abarcar tantas luces, tantos llantos. Sería intentar meter el mar en un canasto, donde no se pueden contener siquiera unos jarros. Sería Hijo Mío, colocarte como un “algo”, cuando realmente eres todo lo que hago.

Y en el ansia misma de la espera de tu arribo, existe un soplo de paz que me consuela. Cuando sobre el vientre de tu madre coloco mis manos, y tu desde dentro tu inverso las reconoces, y celebras que han llegado. Hijo Mío, poco a poco pasa el tiempo y cada vez parece más lejos. Pero templo mi paciencia con tu nombre, esperando entre mis brazos, el arribo de tu cuerpo.